top of page

DELEITE VS. OBESIDAD


¿Quién no ha sentido un contradictorio escalofrío al disfrutar de los primeros calores veraniegos? Pasó la primavera y las ligeras chaquetas, que podían aún cubrir las reservas acumuladas en los flancos este invierno, o en los últimos 20, empiezan a estorbar. Llegó el calor. El destape es ineludible.

La conciencia individual sobre el sobrepeso, suele iniciarse al temeroso y desconfiado susurro del ¿se habrá encogido el pantalón en la lavadora?

Aunque el verdadero problema trasciende al mero kilito de más. Puede ser el inicio del fin, pero 100gr no deberían ser un drama, como tantas veces he escuchado lamentarse a las señoras en el gimnasio, como si fuera el fin del mundo.

Cada uno sabrá en qué punto está. Solo advierto de que a veces la realidad es diferente a la percepción sensorial de nuestro estado y trasciende a la mera estética para convertirse en una losa tatuada a fuego por ejemplo: la obesidad.

La mayoría califican de obesas a las personas de volumen muy grande, de pesos aparentemente desorbitados: son obesos mórbidos especificamente. Pero hay muchos grados de obesidad y tanta gente que se escucha: - solo te sobran unos kilitos, es obesa.

Está claro que son los médicos los que sentencian y colocan el cartelito, no un comentario peyorativo desde una terraza de un bar. La obesidad es una enfermedad, un tema grave, la plaga de nuestro siglo y sigue avanzando. El IMC: índice de masa corporal, que se calcula dividiendo los kilogramos de peso por el cuadrado de la estatura en metros (IMC = peso [kg]/ estatura [m2]) determinan la realidad de tu situación. Pero ante la duda un medico te abrirá los ojos.

Hoy quiero compartir algo que creo me ayudará a cambiar para mejor y tal vez también pueda ayudaros a vosotros.

Son muchos los años luchando por el equilibrio: salud-peso / placer-comida.

Sin duda todo aquel que me conoce sabe de mi “hedonismo” gastronómico y de mi eterno pulso a los kilos. O simplemente sabe de mi “sobrepeso”. Pues no. Es obesidad. Fluctúo, pero hoy soy técnicamente obesa.

¿Choca verdad? La equivocada percepción del volumen y la flacidez como síntoma de la obesidad son erróneos. El IMC se calcula por el peso, no tiene en cuenta la proporción de grasa o de músculo. Yo estoy “prieta” porqué hago deporte, pero la bascula no miente.

Hace más de un año se me dispararon las analíticas y empecé a visitarme con una endocrina y con una nutricionista. Conseguí bajar de peso y dejé limpios de estrellitas mis resultados.

Ayer tuve cita con mi temida nutricionista, hace unos meses me pegó bronca por cenar 3 mandarinas. Sin palabras.

Después de la rutinaria subida a la báscula, con un triste resultado, la doctora me dijo: -Ya no puedo hacer más por ti. Sabes todo sobre nutrición, haces deporte, solo te falta motivación.

Pero hoy, sábado 30 de julio, he encontrado mi motivación: quiero vivir, cuanto más mejor.

Hoy he visto un documental de Reino Unido en #0 titulado: “La verdad sobre la obesidad”.

El presentador, chico fuerte y alto, preocupado por unos kilos de más, acumulados en los últimos años, se pregunta en qué punto está. Hace su IMC y descubre que está al límite de la obesidad. Nadie lo hubiera dicho jamás.

Se asesora y la Dra. hace hincapié en que un jugador de rugby y jugador de dardos pueden pesar lo mismo, pero en uno la masa muscular será superior al otro. Lo importante es donde se acumula la grasa.

Hacen un ejercicio en que en dos sencillos pasos te confirma si tienes grasa abdominal, la más peligrosa. Coger un cordel y trazar el recorrido desde la planta del pié a la cabeza, tu altura, después doblarlo por la mitad e intentar rodear tu cintura con esa medida. Si el hilo doble rodea tu cintura sin problemas puedes respirar tranquilo, sino, cuanta más distancia haya entre los extremos, más peligro corres. La grasa abdominal rodea las vísceras generando unas substancias tóxicas que dan lugar al síndrome metabólico o de resistencia a la insulina, resumiendo sin los detalles del recorrido hasta ese día, puede acortar la vida en 10 años.

Lo hago, no llego al palmo, pero hay una peligrosa distancia entre extremos. Estoy en peligro. ¡Zasca!

El presentador sigue indagando para poder descubrir los motivos de su casi obesidad.

En el siguiente experimento reúne a un grupo de personas para hablar de un tema de “distracción” y les dan un copioso pica-pica. Horas después les hacen escribir lo que recuerdan que han comido. En su conjunto han descrito su ingesta real hasta un 18% menos de lo que comieron en realidad.

En las conclusiones el Dr. asesor del experimento asegura que engordamos porqué subestimamos la cantidad de comida que ingerimos: comemos sin pensar.

Y da unos consejos: Hacer un seguimiento de lo que comemos, tener la comida tentadora fuera de la vista, procurar que nuestro plato tenga al menos la mitad de verdura y fruta que de otros ingredientes y pensar en comidas que substituyan a las que te gustan y engordan por otras que te gustan también pero son menos calóricas.

Sin duda cuando el placer de un buen plato acecha, no veo nada más, lo disfruto y luego pienso. Conciencia es presencia, como diría mi pareja Jesús.

La siguiente sentencia también supone un ¡zasca! Esclarecedor, no limitante.

Siempre había negado que en la mayoría de gente el aumento de peso tuviera que ver con su genética. Pues resulta que entre el 40 y el 70% de nuestro peso depende de nuestra variación genética: ¡es una lotería!

Está científicamente demostrado de que podemos tener genes que regulan nuestro peso, nuestro apetito, cuanta comida quieres consumir, que tipo de comida, la quema de calorías y la eficiencia en la quema de grasas. Por ejemplo si tienes el gen MC4R defectuoso tu cuerpo te pedirá más y más grasas.

El presentador se dirige al barrio de Candem en Londres y cuenta unos 20 restaurantes en menos de 1’5 km. Habla con un especialista que ¡atención!: afirma que la exposición continuada a los estímulos que ofrecen los negocios de comida, cuantos más por m2 peor, ¡genera un 50% más de posibilidades de ser obeso!

La facilidad de elección, la comodidad de acceso a la comida y obviamente la oferta poco saludable de este tipo de negocios son unas variables que agravan el crecimiento de la obesidad. Miedo da.

Otro experimento, que me ha fastidiado la pizza de salami para siempre, presenta a tres personas a las que les dicen que han de pagar su capricho preferido de comida quemando las calorías que contiene haciendo ejercicio. La pizza de salami por ejemplo contiene ¡1600 calorías!

Los tres hacen 1h intensa en un gimnasio, se dejan el hígado y agotados reciben la mala noticia, ninguno de ellos ha quemado las calorías que sus caprichos “valían” y el de mi pizza debería de hacer 2 sesiones más como la concluida para poder quemar la pizza y sus suculentas grasas.

Conclusión: el aporte calórico de las “porquerías” de fast food son casi imposibles de quemar aun sometiéndose a una actividad física fuera de lo normal.

El siguiente punto del documental me ha dejado de piedra. Unos científicos hacen un estudio de gemelos, con diferentes pesos, desde hace más de 20 años.

Dos hermanas idénticas tienen pesos muy diferentes, de unos 30 kg de diferencia. Creen comer de manera similar, pero no. Las analíticas indican que los microbios intestinales juegan un papel muy importante en el peso de las personas. A más diversidad de microbios en el sistema digestivo, más delgada está la persona. Esta riqueza depende absolutamente de nuestra alimentación, debemos ingerir más fibra y mantener una dieta sana y variada.

Nada nuevo, pero ahora entiendo uno de los porqués.

Otra cosa bien sabida que experimenta el propio presentador es la importancia de lo que se ingiere y a qué hora se ingiere. Nuestro reloj biológico procesa de manera diferente la misma comida de buena mañana que por la noche. El cuerpo es más eficiente cuando hay más luz y evita el aumento de peso. Así el conocido consejo de: Desayuna como un rey, come como un príncipe y cena como un mendigo queda confirmado.

Comparan también la quema de calorías de alguien que va al gimnasio y alguien que mantiene una vida activa fuera de él y sorprendentemente puede ser la misma o superior. Se trata de estar activo, subir escaleras en vez de coger el ascensor, caminar más etc. No hace falta machacarse en un gimnasio si la idea no te atrae.

Y por último otra novedad para mí: La Cirugía Bariátrica reduce el estomago en una peligrosa operación, pero tiene un interesante efecto secundario: los mensajeros químicos reducen la sensación de hambre, las hormonas aumentan la sensación de saciedad. Hay un interesante proyecto de investigación sobre el control de estos mensajeros químicos con una simple inyección hormonal que podría ser una gran solución a la obesidad en un futuro próximo.

¿En qué me ha motivado este programa?

Me preocupa la obesidad, tanto a nivel personal como a nivel global.

En mi opinión el principal problema está en la falta de educación sobre nutrición en el colegio. Nuestro cuerpo es nuestro tesoro y nadie nos explica como cada cosa que ingerimos afecta a nuestro sistema, en definitiva: qué tipo de “gasolina” necesitamos para que nuestro “coche” funcione bien y cual nos hará explotar por ser la equivocada.

Sin duda la industria alimentaria tiene una gran responsabilidad también. No solo los restaurantes de comida rápida que cargan sus menús de grasas saturadas y del adictivo glutamato monosódico, la comida que compramos en los supermercados está llena de “ingredientes” que no son asimilables por el cuerpo humano y que en su uso continuado son tóxicos.

Aunque el entorno sea “hostil” o tentador, es lo mismo, el único remedio que nos queda es nuestra “libertad de elección”, entrecomillado porqué sin conocimiento no hay libertad y nuestra elección no es libre del todo en cuanto no comprendemos lo que pone en la etiqueta o aún más, la etiqueta no pone todo lo que lleva lo que compramos. Siempre es mejor escoger los productos frescos y elaborarlos nosotros mismos, cosa que tampoco garantiza que, a nivel nutricional, cumplan su función. Aunque sin duda sea mejor que comer algo, aunque reconocible, de composición dudosa.

A nivel personal mi caso es un poco diferente. Conozco muy bien la comida, se que comprar y como comprarlo, no compro comidas preparadas pero tengo mucha vida social y adoro comer.

Estoy cansada de verme mal, pero a veces se me olvida. Me lo vuelve a recordar aquella foto certera en un ángulo desacertado que alguien no borró o el mismo reflejo en el cristal de la terraza ahora mismo, una imagen que no reconozco o no quiero reconocer para seguir con mi vida en que comer es un placer y el mayor deleite para mis sentidos.

Sigo buscando el equilibrio. Quiero disfrutar, pero quiero vivir. Tendré que relegar parte del deleite al control y entregar parte de mí fluir a las restricciones. Pensar antes de comer he de convertir en un habito.

Mantendré cerca el hilo para medir el abdomen y en breve pienso realizarme una analítica genética para conocer si tengo algún condicionante determinante en mi variación genética.

Una declaración de intenciones que espero me mantenga en el plano de la salud. Sin pausa pero sin prisa.

Espero este escrito te haya ayudado, a quien le preocupa su peso por estética, a comprender que no solo te juegas la foto, sino tu vida. Y a aquellos a los que no suman esta a su lista de preocupaciones, lo tengan en cuenta para no tener que preocuparse en un futuro.

Suerte y ¡al trapo!

RECENT POSTS
SEARCH BY TAGS
No hay tags aún.
ARCHIVE
bottom of page